30 de agosto de 2016

Hasta el moño de la "Violencia Invisible"


Son las 22.30 del viernes 27 de Agosto de 2016 y siento la necesidad de escribir. De desfogarme.

Hace media hora que he vuelto de mi paseo nocturno con la sra. Miel. Cada noche salgo a pasear con mis perros. Le dedico su tiempo a cada uno, sacándolos por separado y muchas de las noches, por no decir la mayoría, siento miedo. Paseo por parques con luz y aún así, hay momentos en los que siento que no debería transitar por ellos. Que algo malo me va a pasar. Y no tenéis idea de la rabia que me produce sentir algo así. Esta rabia va relacionada con el machismo. Con el sexismo. Con la violencia machista. Con la violencia de género.

Ilustración de Feminista Ilustrada.

Esta noche, durante el paseo, vi a lo lejos a tres chicos de unos 25 años que se me acercaban.

—¡Eh, bonita!... morena, ¡ven aquí! Los miro muy seria y ante mi cara de desprecio me chistan, me silban. Me insisten con que vaya. ¿De verdad no estáis viendo que estoy incómoda? ¿Que no hace gracia?

No sólo no cesan con sus gilipolleces y bromean, sino que

26 de agosto de 2016

Nube, Dolores y yo


Nube y yo compartimos muchas cosas:
Con 18 años, ambas nos mudamos a Madrid, aterrizando como por arte de magia no sólo en el mismo barrio, sino en la misma calle. Cada una acompañada por su bulldog francés. Incluso, cambiando nuestros nombres de niña.

Ahora, Nube ya no se llama Nube. Se llama Dolores.
Al igual que yo, que en el instituto me acostumbré a la sonoridad de mi nombre compuesto, Sara Ainoa, al llegar a Madrid mi nombre mutó a Sara Sálamo, adquiriendo el apellido de mi madre como principal   quedándome así sin herencia paterna.  Al tercer o cuarto día de aterrizar en la ciudad, dediqué la mañana a explorar el barrio para conocerlo. Recorrí la calle de mi casa (por ese entonces), y a unos doscientos metros me tropecé con ella: Dolores Promesas


Tienda Dolores Promesas. Calle Desengaño, Madrid.

Aún recuerdo la primera vez que entré en la tienda. Ya el nombre me llamó la atención.

¿Qué pretendía prometerme Dolores? Su escaparate daba una imagen delicada, pero con carisma. Tula, una perrita de la misma raza que mi “señor Coco”, era su logotipo. Y disponía de una línea de camisetas con mensajes positivos y feministas con los que me sentía muy identificada. 

Un par de años más tarde, cuando el trabajo comenzaba a dar algo de fruto, y se hacía asidua la ida y venida de eventos y presentaciones, conocí a

19 de agosto de 2016

Una orgía en mi camino

Tengo la suerte de haber sido educada en un ambiente dónde la cultura juega un papel importante. Desde pequeña mis padres me inculcaron el amor por el arte, haciendo de nuestra rutina de domingo el ir a ver exposiciones, ciclos de cine alternativo, conciertos... contribuyendo a forjar mi carácter y mis hobbies. Convirtiéndome en una apasionada del cine de autor, haciendo que mi sueño profesional, vaya en su mayoría, destinado hacia un tipo de cine más indie. Donde priman más los personajes y los sentimientos en detrimento de la acción y de los efectos especiales.

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Making of "Como la espuma".

Y el destino, y un buen amigo llamado Jonás, me presentó hace unos años, a un director de cine que comulga con todo lo que me gusta: Roberto Pérez-Toledo, un director canario, algo tímido y con muchísimo talento, del que me enamoré en el primer café que compartimos. A Roberto no sólo me une las raíces, el gusto por el mismo cine, sino también el sentido del humor. Nos resulta realmente fácil entendernos. Después de grabar nuestro primer cortometraje juntos, Roberto me mandó el guión de la que sería su próxima película: “Como la espuma”.

Así es cómo hace un año, por éstas fechas, me encontraba rodando una peli indie, gamberra y romántica.

Recuero que, en cuestión de una hora, sentada en una cafetería del centro de Madrid, con un café bien cargado, me leí el guión. Y en cuanto terminé la última frase, lo llamé para decirle que sí. Donde me proponía interpretar a Elisa, una chica tímida, que

12 de agosto de 2016

¿Cómo ser karateka, veterinaria y francotiradora?

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Mientras buscaba...

Era una niña risueña, inquieta y curiosa... con una extraña costumbre, la de rellenar mi bañador de arena cada vez que iba a la playa, y abalanzarme sobre cualquier animal para besuquearle (esto último aún lo mantengo). Inquieta y curiosa. Con ganas de probarlo todo. Y así lo sufrieron mis padres.

Cada mes, me secuestraba una nueva afición. Practiqué karate, hípica, danza, ping-pong, tenis, fútbol, voleybol, flamenco... y no continuo enumerando pues parecería ficción, pero así lo sufrieron mis padres. Defendía el nuevo hobby con tanta, tanta pasión, como si fuera el definitivo. Prometía y perjuraba que ése lo practicaría mucho tiempo, pero nunca lo cumplía. Y digo que así lo sufrieron mis padres, porque no sólo tenían que aguantarme suplicando y escuchando todos mis "súper-argumentos" por los que debían creerme ésta vez, sino que tenían que comprarme todo "el kit" de nuevo, para cada deporte o nueva actividad, pues también estaba la pintura o la música entre otras. Así pasé mi infancia y parte de mi adolescencia dando brincos entre mil actividades extra-escolares.

Cuando tenía 11 años, mi padre me preguntó si me apetecía doblar un cortometraje que había rodado y estaba montando. Era una simple frase la que tenía que doblar, pero no sabía ni lo que me estaba pidiendo. Desconocía a qué se dedicaba un actor, para mi era un juego más que hacer juntos, así que acepté. Me senté a su lado frente al ordenador y ahora es cuando entiendo que estaba editando las secuencias... Los personajes estaban nerviosos y vi que el actor "simulaba" esos nervios frotándose las manos y mordiéndose las uñas… Me hacía entender, incluso, que sudaba… Y no os hacéis una idea de lo muchísimo que